lunes, 19 de octubre de 2009

LA PRINCESA IZTAKAT Y SU LEYENDA


LEYENDA DE LA PRINCESA IZTAKAT Y EL PRINCIPE CUCHUMA (Guerrero Viejo )





Cuenta la vieja leyenda que en tierras californianas circundado por montañas, había un valle acogedor donde estableciera su tienda una tribu transhumana que en largo peregrinaje huía del conquistador. Al despuntar la alborada se escuchaba el caracol que con notas primitivas saludaba al padre Sol y anunciaba la salida hacia la sierra cercana, de jóvenes de la tribu en pos de caza y piñón. Era orgullo de la tribu gentil doncella, Iztakat, rara belleza broncinea, ágil como el colibrí alegre como arroyuelo que baja la montaña fecundando la planicie de la sierra cochimí. Más un día a la luz de Xha, según costumbre ancestral, se consagra al dios Sol a la joven Itztacat, que convertía en vestal ofrendaba resignada su fragante lozanía y sus anhelos de amar. Pero un día de la montaña descendió un joven guerrero que era miembro de otra tribu, y venía en pos del venado, tenía músculos de acero, su mirada cual tigre y de obsidiana su pelo. Vino al Hueman de la tribu y le dio la bienvenida; “todos somos como hermanos, más a ti te está prohibido el acercarte a Itztacat, que es la joya más preciada de la gran corcuar”. El corazón no se engaña, ya Cuchumá había mirado a la gentil Itztakat, y envió amoroso mensaje en la punta de una flecha, para que el Gran Sacerdote no lo llegara a notar. Más quiso el hado fatal que alguien mirara al guerrero cuando su arco disparaba con rumbo al adoratorio, y también viera a Iztakat recogerla presurosa y guardársela en el seno. Armóse gran alboroto y el Hueman fue presuroso a interrogar a Itztacal seguido de los ancianos, mientras otros perseguían y tomaban prisionero al guerrero Cuchumá, Itztakat emocionada contestóle que era cierto, que ella amaba a Cuchumá y que en su seno guardaba el mensaje que, mandara, y, que la punta de flecha hacía su pecho sangrar. Hubo consejo en la tribu, y a la muerte le condenaron de acuerdo con el ritual por faltar a sus deberes de vestal del Padre Sol, e Itztakat emocionada tomó la punta de la flecha, y se partió el corazón, Cuchumá desconsolado cayó en profunda fosa y sepultó a su Itztakat, e invocando a sus dioses, tomó la punta de flecha y siguió el mismo camino de su querida vestal. Los dioses se condolieron de tan trágico final de jóvenes corazones que no tuvieron más falta que el gran deseo de amar, y convirtieron en montaña al guerrero Cuchumá. Que desde entonces celoso guarda en su seno a Itztakat, y hoy vigila a su Tecate que está situada en el Valle, donde se estableciera su tierra una tribu trashumante que en el largo peregrinaje huía del conquistador.
Escrito por la ágil y fina pluma de Don Joaquín Pedro Peñalosa. (Q.e.p.d.)